Cuando un tráiler en un cine en Alemania te cambia la vida
CUNAPRO estrena página web, y mis hijas pensaron que sería una buena idea que contara esta historia que empieza de alguna manera, cuando tomé la decisión de venirme de Alemania a Venezuela en el año 1957, cuando tenía unos planes pero no sabía a dónde me iba a dirigir. Y es que en ese momento tenía ofertas de contratos por tres años para Cuba, Perú, Argentina, Uruguay y Chile. No me quería amarrar por 3 años, porque a los 21 años me parecía un lapso muy grande y una vez que hubiese firmado un contrato, lo tenía que cumplir.
Fue ese año, un mes de agosto cuando fui al cine con una novia y vi un tráiler antes de la película, que finalmente tomé una de las decisiones más importantes de mi vida. La verdad no recuerdo cuál fue la película, pero sí ese tráiler que me fascinó, en el que vi al General Pérez Jiménez en la Plaza O’Leary inaugurando el paso por debajo del Centro Simón Bolívar. Vi una vista del Ávila con el Hotel Humboltd y con las góndolas que subían y bajaban, luego vi la parte del Hotel Humboltd del otro lado con el Mar Caribe también con góndolas que bajaban a La Guaira. Después vi lo majestuoso de Los Andes con el Pico Bolívar completamente cubierto de nieve, luego una bella imagen de miles de flamencos rosados en Los Llanos en el sur de Venezuela y al final vi bailar a la bailarina Yolanda Moreno un joropo en alpargatas en la Plaza O’Leary, y pensé: “Para allá me voy”, y a partir de ese momento me dediqué a hacer todos mis trámites para poder emigrar a Venezuela.
“Para allá me voy”, y a partir de ese momento me dediqué a hacer todos mis trámites para poder emigrar a Venezuela.
Por casualidad, en navidad estuvimos invitados a la casa de una prima de mi mamá para oír un concierto en una espineta, un instrumento muy parecido al clavicordio pero más pequeño y precursor del piano que ya casi no se usa. Entonces en esta reunión estuvo la señora Clarita Berger, y cuando ella supo que yo tenía intenciones de venir a Venezuela, le brillaron los ojos y dijo: “¡Ay, yo nací en Maracaibo! Le voy a escribir a mi sobrino Dirk Bornhorst que está casado con una sobrina del señor Guido Steinvorth para que te contactes con ellos y de una vez te contraten allá”. Pasó el tiempo y yo me había olvidado por completo de esto, pero en marzo recibí una carta de Dirk Bornhorst donde me preguntaba cuándo llegaría a Venezuela y me decía que él me buscaría en el barco. En aquel tiempo había aviones pero no a chorro, había que irse vía Canadá y era costosísimo. Entonces me dediqué a buscar mis pasajes, arreglar mis cosas y mi visa. Me cambié de inmigrante a visitante porque era mucho más fácil, y así podía decir que venía a buscar a un tío mío en Maracaibo. Fue entonces, un día de julio de 1958 cuando me despedí de mis padres, y catorce días más tarde, el 26 de julio llegué al Puerto de La Guaira.
El pobre Dirk con su esposa Ragnhild que estaba en su quinto mes de embarazo, tenía que esperar 3 horas hasta que me dejaran bajar del barco Irpinia, en el cual había llegado a Venezuela. Subimos con el carro de ellos, un Mercedes Benz Coupé azul lo recuerdo muy bien, y quedé maravillado de la autopista que se subía en cuestión de 20 minutos, a la altura de 900 metros sobre el mar. Los túneles, los viaductos todos limpios y cuando entramos a Caracas vi por el lado derecho todos los bloques que se edificaron durante el régimen de Pérez Jiménez, ¡no había ranchos todavía!, todo estaba relativamente bien limpio y era muy agradable pasar por ahí. Llegamos a casa de los Bornhorst donde nos cambiamos, porque había un almuerzo en la casa del señor Steinvorth, mi futuro jefe.
Decisiones, pensando en lo mejor para ti y tu familia
En los altos y bajos de la vida después de 19 años, yo fundé con mi esposa Beatriz, quien es ingeniero civil, una compañía y nos dedicamos durante muchos años a la compra y venta de terrenos. Construimos, hicimos muchos edificios, casas, conjuntos, trabajamos para el gobierno. Estuvimos bien involucrados en el negocio de inmuebles y la construcción, pero la construcción podía ser muy traicionera, tú comprabas un terreno, sacabas tus permisos y cuando ya estabas en construcción, el gobierno te cambiaba las reglas del juego. Y así nos pasó, y entonces en vez de ganar un buen dinero con dos edificios en Maracay, nos costó tanto venderlos que prácticamente perdimos el capital que habíamos logrado acumular hasta este momento.
Pero eso no nos detuvo. Continuamos manejando contratos que conseguimos con la petrolera y así llegamos a cierto punto que me llamaron de ACO, una empresa muy conocida en ese momento por la venta, el mantenimiento y el alquiler de automóviles a nivel nacional. Eso fue en el año 1992, cuando había regresado la Volkswagen, y en ACO donde consiguieron la representación de Volkswagen, me llamaron y durante 4 años estuve como vicepresidente de asuntos especiales adjunto al presidente. Me tocó nuevamente trabajar con la Volkswagen hasta el año 96, cuando las operaciones debían trasladarse a Valencia, pero como yo toda mi vida había vivido en Caracas, entonces decidí quedarme como consultor durante año y medio, porque yo no me iba a trasladar con toda la operación a Valencia. Nuevamente, tomando decisiones, pensando en lo que yo sentía que era lo mejor para mi y mi familia. En la próxima entrega continuamos con esta historia.
¿Hay alguna decisión importante en relación a su familia en la que le podamos ayudar?